Por: Laura Quiceno
Cada vez me
parezco más a ella, al pelo alborotado que Alba llevó con rebeldía.
Al aura de
soledad, de misterio, de melancolía que la inundaba a veces.
Cada vez me
parezco más a ella, a una belleza admirada por todos e incomprendida por ella.
A una fascinación por lo íntimo, por lo que se cuela en la mente con el alma en
pijama y sin maquillaje.
Cada vez me
parezco más a ella, a ser una mujer con un lunar en la cara, ella en el cachete
y yo con uno sobre la boca. Una señal que nos distingue de los demás. Estamos
marcadas, con ese halo de particularidad, de rasgos no convencionales.
Cada vez me
parezco más a ella, así no sepa lo que es ser madre a los 22 y sumergirse en un
amor que desconozco.
Cada vez me
parezco más a ella, con cuadernos llenos de ideas, de destellos que son
guardados con sigilo y que pasarán de generación a generación en esta dinastía
melancólica femenina.
(Mamá,
¿dónde guardas esos cuadernos?)
Cada vez me
parezco más a ella, así haya elegido a un hombre tan diferente del que se
enamoró ella.
Cada vez me
parezco más a ella, así con cada viaje, con cada beso me aparte de lo conocido
y recorra caminos que ella hubiera querido recorrer.
Cada vez me
parezco más a ella y a su asombrosa capacidad de conmoverse con el dolor de los
demás desde las entrañas.
Intuimos
alegrías, anticipamos dolores.
Cada vez me
parezco más a ella, a intentar sanar con un solo abrazo las lágrimas de otras
mujeres.
Instagram: Laura Quiceno Soto.
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