martes, 12 de junio de 2012

DIEGO FONSECA

 Foto: Bahíyyih Maloney

“LA IDEA DEL LIBRO SURGE CUANDO GEORGE W BUSH Y WALL STREET SE METIERON EN MI MATRIMONIO” DIEGO FONSECA

Por Laura Quiceno

Descubrí a Diego Fonseca por una reseña de María Paulina Ortiz del Periódico El Tiempo sobre Sam no es mi tío (Editorial Alfagura 2012) La idea de reunir a 24 escritores latinoamericanos para hablar sobre su experiencia en Estados Unidos y al periodista Jon Lee Andersen me pareció ingeniosa sobre todo por las voces que logró reunir: Jorge Volpi, Santiago Roncagliolo, Daniel Alarcón… entre otros. 

De gira por Latinoamérica promocionando este libro quise preguntarle a Diego, editor asociado de la Revista Etiqueta Negra sobre este proyecto y el estado de salud de la crónica en América Latina.


 Laura: ¿Por qué contar Estados Unidos desde la perspectiva del migrante-escritor? ¿Cómo surge la idea?

Diego: La idea del libro surge cuando George W Bush y Wall Street se metieron en mi matrimonio. Cuando Bush se dirige a inicios de 2008 al Congreso de Estados Unidos, yo había sido recién contratado por una revista latinoamericana con sede en Miami. Tras Bush se cae la bolsa, se detiene la inversión publicitaria y los propietarios de la revista me llaman un domingo al hotel donde pasaba el primer día de luna de miel para decirme que al día siguiente presentaban la quiebra. Decidí que tenía que contar toda esa historia, pero no dí con ningún medio en Estados Unidos que publicase crónica.

De hecho, los demás escritores latinoamericanos de no ficción y ficción que vivían en Estados Unidos y yo conocía colaboraban con medios de la región o España. Como soy editor, pensé como editor: hacía falta algo para reunir esa inteligencia y construí la idea de un libro pero la dejé dormir por un tiempo porque debía reorganizar mi vida, que incluyó nuevo trabajo y mudanza de Miami a Washington, DC. En 2010, Aileen El-Kadi me invita a escribir un ensayo para un libro de la Universidad de Texas sobre el narco en las Américas, y a medida que conversábamos sobre él, le conté la idea del libro, de Sam, y en una semana nos pusimos a trabajar. Hay numerosas razones para tomar como punto de partida el migrante-escritor pero una central es proponer a Sam no es mi tío como un producto que sirva de plataforma y herramienta para una conversación. Plataforma para mostrar cómo un grupo de intelectuales —escritores de no ficción y ficción y académicos— leen el escenario del proceso de integración societaria de los latinos en Estados Unidos, esto es, cómo el país integra a su ficción orientadora un nuevo componente mestizo, sincrético. Y diálogo en el sentido de que es una oferta a los escritores y académicos angloparlantes o no, migrantes o no, para discutir cómo nos vemos mutuamente.



Laura:   ¿24 crónicas escritas por latinoamericanos y un relato del periodista norteamericano Jon Lee Anderson? ¿Por qué busco la polifonía, lo diverso y no un libro más personal sobre su experiencia en Estados unidos?

Diego: La pregunta tiene su respuesta: la polifonía permite dar una lectura de hechos más amplia que una sola visión. Un ensayo personal no hubiera sido tan abarcativo, en temas, en tiempos, como una antología. Mi propia experiencia migrante, por más universal que fuere, mi propia lectura como periodista, editor o escritor, por más profunda, no habría alcanzado para explicar la complejidad del proceso de negociaciones culturales, identitarias, entre los latinos y Estados Unidos. El libro sobre la experiencia personal ya llegará, pero tendrá el mismo proceso que la crónica que escribí. Siempre concibo al periodista, al cronista, antes como testigo, incluso participante, que como protagonista central de la historia. Trato de hallar historias de otros, que siempre son más interesantes que mi propio monólogo.




 
Editorial Alfagurara

Laura: ¿Cuánto tiempo le tomo reunir a un ganador del Premio de Novela Planeta- Casa América (Jorge Volpi), a un Premio Alfaguara 2006 (Santiago Roncagliolo) y al reconocido periodista Jon Lee Anderson entre otros ¿Cómo fue el proceso de selección y edición de las  crónicas?

Diego: Es una respuesta muy sencilla: nada, casi nada, un email. Escribí a Jorge, escribí a Santiago y lo mismo hice con Jon Lee. Todos respondieron al primer correo, todos aceptaron de inmediato —y cuando digo todos, digo eso: todos a quienes contacté. Creo que Aileen pasó por el mismo proceso con quienes ella convocó. En la nómina inicial teníamos casi cien nombres para trabajar pero empezamos con diez y luego creció. Jon Lee fue el último en ingresar, por cuestiones de tiempo. La idea inicial era tener una apertura y una coda: Juan Villoro abriendo y Jon Lee en el cierre. Juan no podía entonces con el deadline —para la fecha de cierre inicial, Juan estaba preparando el inicio de sus clases en New York—. Lo mismo sucedió con otros nombres que no están.

Los criterios de selección fueron amplios: combinación de actividades —periodistas, novelistas y cuentistas, académicos—, geografías —por ejemplo, como México aporta el grueso de migrantes a Estados Unidos, era natural que contase con el mayor número de no-sobrinos en Sam—, un rango de edades relativamente homogéneo entre los treintas y cuarentas.     


Laura:  Etiqueta Negra de Perú. ¿Quiénes son, cuál es la filosofía de la revista?

Diego: Creo que esta pregunta merece la respuesta de mi querido Julio Villanueva Chang, que sigue simbolizando el origen y presente de Etiqueta. Me limitaré a decir que la idea de una revista para distraídos, el motto con que se presenta Etiqueta, para mí remite a quienes están dispuestos a desentenderse un poco de la velocidad de las cosas y los días: frenar, leer, entender.

Laura:   ¿Qué nuevas voces de Iberoamérica lo sorprenden?

Diego: Viene una nueva e interesante generación de cronistas, formados por esta generación, la más numerosa tras los primeros grandes cultores del siglo pasado —García Marquez, Tomás Eloy Martínez, Alma Guillermopietro, por citar tres— y la generación intermedia, que tiene a Caparrós y Villoro como dos grandes alfiles, dos tipos inteligentes, de buen humor, incisivos.

Me llama la atención el interés de España por la crónica latinoamericana y creo que estamos construyendo una buena base con Sam para que se le preste atención en Estados Unidos, una cuña para nuevas voces. En ficción hay toda una nueva camada de escritores jóvenes, menos atadas a las miradas de lo nacional folclórico y más de lo glocal.

Laura:  ¿Cuál es el estado de salud del periodismo narrativo en América Latina?

Diego: Musculado en términos de producción individual, de cronistas dispuestos a hacer de esta actividad un modo de contar la realidad. Algunas experiencias electrónicas de periodistas-emprendedores, que me encantan, me gustan como analogía de quienes salieron del sedentarismo para ponerse en forma. Los medios tradicionales, en cambio, están con tratamiento de vitaminas pero por automedicación. En este punto hay un mayor interés de los medios por dar espacio, pero también mucha confusión: se suelen publicar bajo el rótulo de crónicas textos que no son sino reseñas cronológicas, extensas descripciones o monólogos interiores.

Claro, no creo que la crónica tenga fronteras y, como creo más en la idea de hablar de formatos largos que de crónicas puras, y eso significa incorporar el relato y el ensayo, la lectura académica o científica al texto, no puedo dejar de ver como interesantes las experimentaciones. La barrera entre escritores de ficción y no ficción está definitivamente quebrada. Si algo define a la crónica es el mestizaje y en eso creo que no hemos tocado techo. Aun no sabemos, por ejemplo, cómo las nuevas generaciones usarán el formato largo como producto en multiplataformas. Sí creo que se escribe cada vez mejor y que Internet está operando como un campo de ensayos dinámico y muy diverso.

Para más información de Diego visita:
@DiegoFonsecaDC




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