Foto Cortesia: Andrés Neuman
“UN BLOG NOS BRINDA LA POSIBILIDAD FASCINANTE DE ESPIAR EN EL CAJÓN SECRETO DE UN ESCRITOR” ANDRÉS NEUMAN.
Por Laura Quiceno Soto
En el 2010 conocí
a Sophie Gottlie, la protagonista
femenina del Viajero del Siglo escrito por Andrés Neuman (Premio Alfaguara de
Novela 2009). Su forma de comportarse en la ciudad imaginaria de Wanderburgo, sus diálogos amorosos con
Hans, su mezcla entre dama de época y mujer contemporánea se fijaron para
siempre en mi memoria.
Dos años después
Sophie seguía dando vueltas en mi cabeza, puse entonces un clasificado
literario en la página de Facebook de los seguidores del autor. El clasificado
era simple: Se busca a Andrés Neuman para
entrevista. Un mes despúes buenas noticias aparecían en mi bandeja de
entrada de gmail:
Hola,
Laura,
Es
un gusto saludarte. Me contó un pajarito (en realidad, dos: esto ya se aproxima
a una bandada) que deseabas que hiciéramos una entrevista. Si no hay urgencia
con las respuestas, por mí encantado. Por cierto, me gusta mucho tu blog. Y tú
entusiasmo literario.
Abrazos
de Neuman.
Gracias a esos dos
pajaritos Neuman habla para Bogotá sin Edición sobre los blogs de autor que el
presenta en pequeñas dosis a manera de microréplicas, su nueva novela y por
supuesto de Sophie.
Laura: “Entonces siento la necesitad urgente de volver a
encontrarla para memorizarla de nuevo” Hans acerca de Sophie. (El
viajero del siglo, Alfaguara, 2009) ¿Existió una Sophie? ¿Cómo construyó
este personaje femenino?
Andrés: ¿Cómo no va a
existir, si conviví con ella casi seis años? Después me abandonó para buscar a
otra gente, e hizo muy bien. Sophie Gottlieb es un personaje imaginario. Antes
de empezar a escribirlo, estudié la vida de algunas grandes mujeres de la que
fue, probablemente, la primera generación del feminismo moderno: la de George
Sand o Mary Shelley. Esta última, por cierto, no sólo fue la autora de
Frankenstein. Sino también hija de Mary Woolstonecraft, que publicó A
Vindication of Rights of Women apenas un par de años después de la Revolución
Francesa.
Me admira la lucidez y rapidez con que aquellas
intelectuales educadas en la Revolución Francesa se dieron cuenta de que los
Derechos del Hombre eran en realidad los derechos de los hombres, y que al
padre ilustrado había que matarlo con sus propias armas: la política, el
ensayo, la traducción, el dinero propio. En este sentido, me interesó mucho la
figura de Sophie Mereau, primera traductora profesional de Alemania, a la cual
mi personaje debe su nombre. Aquellas mujeres fueron, digamos, las nietas de
Virginia Woolf. Y Sophie Gottlieb sería una especie de Frankenstein femenino
que aprendió algo de todas ellas.
Laura: Argentina, España… ¿Qué tan importante son los
viajes, el cambio de lugar para un escritor de ficciones?
Andrés: Más que el traslado en sí
mismo, que en realidad no tiene mayor importancia, creo que los viajes son un
pretexto para estimular nuestra capacidad de observación, que es de lo que se
nutre la escritura. Quizás el escritor ideal sería aquel capaz de narrar los
lugares más próximos como si fueran remotos.
Laura: La prosa y la poesía. El cuento y el ensayo. ¿Cuál
de estos géneros disfruta más?
Andrés: Disfruto de la contaminación
entre esos géneros. No me parecen opuestos, sino complementarios. Como
narrador, por ejemplo, intento incorporar las posibilidades del lenguaje
poético y la tendencia reflexiva del ensayo. Igual que me sucede con las
nacionalidades (tengo la argentina y la española, y no sabría elegir entre
ellas), el género donde me siento más en casa es la frontera.
Laura: En la compilación Bogotá 39 (Cuatro monólogos monstruosos) su
prosa me recuerda a Julio Cortázar. ¿Él fue una de sus influencias iniciales?
¿A cuáles escritores recurre siempre?
Andrés: El poeta Jaime Gil de Biedma
dijo que las influencias no hay que citarlas, sino merecerlas, y a mí esa idea
me parece un antídoto razonable contra las invocaciones pretenciosas. Así que,
la verdad, no lo sé. Más que recurrir a nuestro antojo a los maestros, uno se
parece a quien puede. Respecto a Cortázar, por supuesto fue una lectura
iniciática para mí. Pero más interesante todavía me parece releerlo ahora, sin
los prejuicios que habitualmente lo rodean, sobre todo en la Argentina.
Además de un
perfecto cuentista fantástico, Cortázar fue un narrador pionero en ciertos
experimentos que hoy llamamos posmodernos (“Diario para un cuento”, “Queremos
tanto a Glenda”, Historias de cronopios y de famas), un ensayista serio que
estudió la poesía de Keats con gran rigor, un traductor excelente e incluso un
corresponsal fascinante, como demuestran las cartas a su amigo Jonquière que se
publicaron hace poco. Sus poemas, en cambio, me parecen casi todos espantosos.
Y creo que a él también.
Ilustración: Miguel Herranz
Laura: ¿Qué nuevas voces literarias de Iberoamérica lo
sorprenden?
Andrés: Muchas, muy buenas y de todas
partes. Samanta Schweblin, Pedro Mairal, Oliverio Coelho, Matías Capelli,
Fernanda García Lao, Iosi Havilio, Félix Bruzzone, Antonio Ungar, Juan Gabriel
Vásquez, Pilar Quintana, Ricardo Silva Romero, Antonio Ortuño, Álvaro Enrigue,
Daniela Tarazona, Luis Hernán Castañeda, Iván Thays, Alejandra Costamagna,
Alejandro Zambra, Claudia Apablaza, Solange Rodríguez Pappe, Eduardo Varas,
Ramiro Sanchíz, Pablo Casacuberta, Rodrigo Blanco, Roberto Martínez Bachrich, Rodrigo Hasbún,
Isaac Rosa, Mercedes Cebrián, Andrés Barba, Elvira Navarro… Uf.
Laura: Una pintura…
Andrés: Cualquiera de la serie sobre
Simbad, el marino de Paul Klee. De niño me pasaba horas contemplándola en un
catálogo que tenía mi padre. Me fascinaba la idea de que alguien pudiera pintar
tan bien pintando mal a propósito.
Laura: Una
canción…
Andrés: People take pictures of each other, de The Kinks. Qué bien describe nuestra época, ese título.
Laura: Una película…
Andrés: All about Eve, de Mankiewicz. Se puede hacer reír
con la inteligencia, ¿no?
Laura: Un personaje…
Andrés: El profesor Lurie, protagonista
de la novela Desgracia, de Coetzee. Me conmueve su recorrido desde una abulia
prepotente a cierta emoción derrotada.
Laura: Un lugar en el mundo…
Andrés: Exactamente este
en el que estoy ahora: el horrible aeropuerto de Sao Paulo. El presente es el
lugar.
Laura: ¿Cómo se llama su próxima novela, cuándo sale
publicada?
Andrés: Creo que se titulará Hablar
solos. Si, como de costumbre, no se cruza otro título a último momento.
Alfaguara la publicará entre septiembre y octubre próximos. Y habrá, por
suerte, una edición colombiana. Eso me pone contento.
Laura: ¿Cuándo nace su
blog Microrréplicas? ¿Para qué sirven
los blogs de autor?
Andrés: Microrréplicas echó a andar hace algo menos de dos
años. Acababa de terminar Cómo viajar sin ver. Latinoamérica en tránsito
(Alfaguara, 2010), que es un libro de viajes que escribí literalmente en
aeropuertos, hoteles y taxis, tratando de analizar qué se aprende de cada país
en esos espacios denominados no-lugares y que en realidad están llenos de
contenido. Cuando ese libro se publicó, empecé a echar de menos esa modalidad
de obra itinerante, que enfoca los viajes relámpago no como interrupción de la
escritura, sino como ocasión para una escritura distinta.
Así que decidí abrir un blog, y desde ese momento
sentí la enorme libertad de publicar opiniones sin intermediarios que influyan
directa o indirectamente. Aunque lo haga gratis, el placer es mayor. Hay
también otro aspecto de los blogs de autor que me interesa mucho, y es la
escritura sin género o multigénero. Antes, muchas veces, me venían ideas
literarias a la cabeza que descartaba por falta de cauce concreto: si no era
exactamente una columna para un periódico, ni una historia para un cuento, ni
unos versos para un poema, ni unas notas para una reseña, ¿entonces adónde iba
a parar la idea? Esa renuncia me generaba cierta frustración. Y los blogs han
permitido que emerja toda esa escritura invisible. Un blog nos brinda la
posibilidad fascinante de espiar en el cajón secreto de un escritor, y para mí
eso forma parte de su obra al mismo nivel que cualquiera de sus libros. Por no
hablar de su capacidad para difundir a los nuevos autores, que ya no necesitan
desesperarse en busca de una editorial para encontrar a sus primeros lectores.
Baudelaire dijo que la modernidad era esa mitad
cambiante cuya otra mitad es eterna. Bueno: pienso que hoy los blogs, muros y
demás textos en red son la mitad cambiante de la literatura, cuya otra mitad es
la de siempre.
Fantástica entrevista. Fantástico Neu, como siempre.
ResponderEliminarDesde hoy, (recién te descubro gracias a esta entrada sobre mi escritor favorito), te sigo.
Un beso desde España
Isa