Porque es tratar de dar un final, un sentido a la muerte violenta de alguien que amas.
Porque muestra
la cercanía y a la vez la lejanía con esa oscuridad de Medellín. Estás siempre al
borde de cruzarla.
Porque es
perfecto el ruido como banda sonora.
Porque cuando
bajan del mirador, a Paula y Jesús los acompañan unos chicos en cicla, dueños de
esas lomas de Medellín. Es una escena poética, luminosa.
Hay belleza en los que no le temen a la muerte.
Hay belleza en los que no le temen a la muerte.
Por la
elección de la directora, Laura Mora, de narrar la historia en una Medellín decembrina, con esas luces, con pólvora. Con esa sonoridad estruendosa.
Porque al
final llega la confrontación esperada. Jesús, el monstruo se desarma y se
vuelve más que humano.
Porque Matar a
Jesús es una oda al padre. Un homenaje que remueve.
Foto: Facebook película Matar a Jesús.
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