Por: Laura Quiceno.
Suenan las voces en los cubículos de la oficina, suena la radio.
Suenan las risas de extraños. Las conversaciones ajenas se
mezclan en las calles.
Suenan las motos y las voces de los que amanecen de malgenio
en las mañanas.
Suenan las construcciones, suenan los aullidos de los perros
encerrados, suenan las alarmas de los carros, suenan las peleas de extraños a
través de los muros.
El silencio es el compañero olvidado de todas las ciudades.
En un mundo que ama lo frenético, el silencio parece
destinado al olvido.
El silencio es un arrullo, es el único refugio. Está en los
libros de la casa, en el sofá, en las velas encendidas, en los
árboles.
En silencio regresamos al inicio, a la nada.
En silencio sentimos la presencia real de las cosas.
En silencio sentimos más la vida y comprendemos la cercanía
con la muerte.
Foto: Juan Cristóbal Cobo.
Laura, por casualidad llegué a leerte... Me gustó mucho
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